El resentimiento y la ambición forman parte del
lado más oscuro de la condición humana y alimentan hoy las críticas a los
políticos. Pero nadie les exige que tengan una idea definida de la sociedad a
la que aspiran
Manuel Cruz / El País
Hace algunos meses,
una marca de refrescos de este país tuvo la ocurrencia, que a la postre se
reveló francamente desafortunada, de lanzar una campaña basándose en la
presunta idea-fuerza de que nuestros políticos no eran tan malos como
acostumbra a proclamarse. En los anuncios se mostraban casos de genuinos
servidores públicos dispuestos a llegar hasta el sacrificio personal en
beneficio de su comunidad. Creo que la retiraron al poco tiempo. Doy fe de que
en el cine de Barcelona en el que se proyectaba uno de esos anuncios una
espectadora reaccionó espontáneamente al verlo gritando en medio de la
oscuridad de la sala: “¡No compréis A…!”.
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