Los niveles de desempleo son insoportables, muchos colectivos sociales son más pobres y aumenta la desigualdad. Urge impulsar las reformas pendientes y un marco institucional que favorezca a las empresas
José María Serrano Sanz / José Luis García Delgado
La senda conduce a la salida, pero alcanzarla exige rectificaciones y
nuevos esfuerzos. Hablamos de la salida de la crisis de la economía
española. El aireado superávit de la balanza comercial en el pasado mes
de marzo, suma del auge exportador y la caída de las importaciones,
otorga protagonismo a un hecho capital: se ha conseguido el difícil
saneamiento exterior de una economía que se había deslizado sin freno
hacia cifras más que temerarias de déficit por cuenta corriente. Con el
ejercicio de 2012 la economía española ha conseguido al fin acomodar el
gasto a la renta producida, después de tres lustros necesitando
cuantiosa financiación exterior; un logro no poco excepcional por lo
rápidamente alcanzado sin disponer de instrumentos monetarios y
cambiarios. Pero ese muy importante esfuerzo de ajuste no ha sido
equitativo y además corre el riesgo de ser precario. Lo primero, porque
ha recaído dura y casi exclusivamente sobre el sector privado de la
economía, soportándolo mucho más levemente el público. Lo segundo,
porque el modesto ajuste de las Administraciones públicas se ha hecho a
base de recortes que no se pueden prolongar indefinidamente, con olvido o
aplazamiento de las reformas que conducen a ahorros permanentes.
Recortar es más fácil que reformar.
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