Ana Palacio / El País
El final de cualquier
año insta, invariablemente, a hacer balance y 2012 ha sido, sin duda, un año
pródigo en eventos: los dramáticos acontecimientos en Oriente Próximo, el
cambio de liderazgo en China y la sombra del abismo fiscal
americano. Acontecimientos todos ellos de gran trascendencia aunque no siempre
acaparen el interés popular. Esta observación es aplicable especialmente al
doloroso e insoportablemente prolongado proceso —aún en curso— para salvar el
euro.
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