Josep Ramoneda / El País
Si algo
ha confirmado el año 2012 es la crisis profunda de las instituciones españolas:
desde la Corona hasta el último rincón del Estado autonómico, pasando por los
tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Tres hechos mayores dejan
constancia de ello: la impropia aventura africana del Rey —icono del
desbarajuste existente en la cúpula del Estado—, el caso Bankia —símbolo de los
efectos letales de la promiscuidad entre política y dinero— y la eclosión del
independentismo en Cataluña —expresión del impasse del modelo de Estado. En el
trasfondo de todo ello está el enorme distanciamiento de las élites respecto de
la ciudadanía. El instrumento que debería soldar la sociedad, que debería
vitalizar las instituciones y asegurar que la voz de la mayoría llegue a donde
se toman las decisiones —la política— está profundamente averiado.
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