miércoles, 9 de mayo de 2018

ODIA Y VENCERÁS

Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Había una vez un lugar en donde las casas eran los santuarios que las familias tenían para refugiarse de los avatares cotidianos, y nadie repudiaba al prójimo porque pensara diferente a uno. El diálogo se imponía sobre la descalificación y el mundo no se reducía a “ellos” y “nosotros”, o los “puros” y los “infieles”. No era una sociedad perfecta, pero la muina era efímera. La sociedad empezó a descomponerse. ¿Cuándo?, ¿cómo? No está claro.

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