La calidad y la cantidad de la marcha del domingo pasado ha dejado muchas lamentaciones. No haber podido cuajar una convocatoria sencilla y creíble para caminar juntos podría ser una explicación a la mano. Contra Donald Trump y en defensa de nuestros compatriotas en Estados Unidos era el tema de la movilización dominguera, pero no ocurrió así ni antes ni durante la caminata y sigue sin ocurrir después de lo ocurrido… que no fue tan malo, por cierto.
Debajo de estos frustrantes resultados hay una corriente continua que pocos o nadie está dispuesto a reconocer y los organizadores de plano se niegan a asumir: esta sociedad se quedó en medio de su larga marcha por convertirse en una comunidad democrática con plenos derechos, pero también con exigentes obligaciones para tejer deliberaciones plurales, indispensables en concordancia con las igualmente necesarias capacidades de juicio, que son irremplazables para hacer de la democracia una práctica formal y cotidiana, que marque la convivencia de los buscadores de poder y, sobre todo, la de éstos con el resto de la sociedad.
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