- Nada está a salvo con el nuevo presidente. La Casa Blanca se le queda pequeña. Las reglas del juego le irritan. Y el mismo planeta no le gusta
En tiempos de Trump todo cambia. El presidente de Estados Unidos ha roto tradiciones hasta ahora intocables. Adicto a Twitter, un día puede despertarse de mal humor y llamar incompetentes a los mandos del FBI, al otro acusar de deslealtad a sus servicios de inteligencia y poco después considerar “enemigos del pueblo”, un término muy del gusto de Stalin, a los medios de comunicación que no le son propicios.
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