El cambio de orientación de la UE en su política puede ser muy positiva. No se trata de alejarse de la disciplina fiscal, pero sí conviene avanzar a la hora de favorecer a cada país para que afronte reformas estructurales
Mario Monti / El País
Desde hace unos años, me siento como si, intelectualmente,
viviera en los Alpes. El motivo es que, tanto en los debates europeos como en el
Consejo Europeo, me toca actuar con frecuencia como una especie de traductor de
las virtudes de la disciplina a las lenguas mediterráneas, por un lado, y, por
otro, he hecho de intérprete para trasladar las dificultades que siente la
Europa del sur a los países del norte.
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