Ana de Ita / La Jornada
El campo mexicano ha cambiado
sustancialmente durante los pasados 20 años y el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido pieza clave. Uno de los
efectos más evidentes es la concentración e integración regional de la
producción y los mercados en favor de firmas trasnacionales. El gobierno
mexicano eliminó las empresas estatales de regulación que operaban en
el sector agropecuario. El vacío que dejó el Estado fue aprovechado por
trasnacionales subsidiarias de firmas estadunidenses, muchas de las
cuales se vincularon a partir de fusiones o compra de acciones con las
empresas mexicanas más fuertes. Sin regulaciones estatales ni
protección, muchos de los pequeños productores comerciales y de las
unidades campesinas de producción sucumbieron frente a la competencia
con las exportaciones que inundaron el mercado doméstico. Los grandes
productores empresariales, mejor dotados de tierra, riego, insumos,
crédito, e incluso beneficiarios del grueso de los subsidios,
aprovecharon las ventajas de la apertura para absorber una mayor porción
del mercado interno.
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