Amagados desde dentro y desde afuera, estamos cerca de caer en una crisis de nervios, como colectividad y nación. Como Estado nacional que no encuentra rumbo dentro de las emergencias y pierde por minutos el monopolio legítimo de la violencia.
Rumbo y legitimidad primordial son atributos de todo Estado que quiera presumir de serlo. Y es eso lo que al final de cuentas le piden sus súbditos o ciudadanos, así como sus socios y vecinos en el deshilachado concierto internacional. No más, pero tampoco menos.
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