Ni en la carretera más recta puede permanecer fijo el volante. Para ir en la misma dirección debemos mover constantemente el manubrio. Congelar el volante nos conduciría, tarde o temprano, al precipicio. Lo mismo podríamos decir del ejercicio del gobierno: gobernar es corregir, corregirse. Rectificar es la única manera de perseverar. Pasar de la oposición al gobierno supone una adaptación compleja y riesgosa. Ir de la epopeya de los votos a las rutinas de la administración es pasar de la producción de ilusiones al manejo de la frustración. No necesitamos imaginar ninguna trampa para
entender esa incómoda mudanza.
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