Cada vez que la realidad de la crisis social los aplasta, los priístas se sacan de la manga la figura de Luis Donaldo Colosio. Pero cada vez que lo hacen, en los hechos aparece Colosio como una botarga esperpéntica frente a una sociedad harta de las trampas tricolores.
El mejor homenaje que los priístas pudieran hacerle a Colosio sería la exigencia para reabrir la investigación de su asesinato. La indagatoria de 1994, en medio de investigaciones acotadas por el presidente Salinas de Gortari desde Los Pinos, dejó muchos hilos sueltos, muchos interrogatorios que no se hicieron y muchas presiones para llegar a la conclusión establecidas a priori de un asesino solitario.
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