- Aunque haya beneficiado a los más pobres, la izquierda se siente incómoda con la apertura económica
Los socialistas se quieren apear de la globalización. “Estuvo bien un rato, pero ya he tenido bastante: me bajo”. Es su respuesta a la incapacidad de ponerla bajo control, de gobernarla democráticamente, de hacerla compatible con el Estado de bienestar.
La frustración no es solo con la última fase, la globalización financiera, responsable de la crisis de 2008 —¿se acuerdan de aquella promesa de reformar el capitalismo?—, sino también con la globalización comercial: como vimos con ocasión del Tratado CETA con Canadá y el fallido TTIP con EE UU, la desconfianza de la izquierda, con la globalización, se ha extendido a su núcleo duro, el comercial, al que responsabilizan de la presión para rebajar los estándares laborales y medioambientales en los países más adelantados.
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