Gran parte de la chispa de la palabra de Jesús Silva-Herzog (JSH) procede de su maestría en el manejo de los adjetivos. Pero los adjetivos, se sabe, sirven para engrandecer, endulzar o, por el contrario, sirven también para desacreditar o condenar. En su primera intervención, la que generó el reciente affaire de algunos intelectuales y articulistas contra AMLO, JSH incluyó adjetivos o derivas adjetivales, como estos: en el pasado AMLO repetía cantaletas; tenía reacciones de torpeza inaudita; era un sectario; también era irascible, intolerante y grosero, e intransigente. En el presente ha vuelto a ser un peligro, pasó de sectario a oportunista, traidor (de Morena); fue deshonesto; ha vuelto a ser un priísta (la palabra tiene una enorme carga negativa); carece de nervio ideológico (¿es ideológicamente un blandengue?, ¿eso?); las ideas no le importan; le importa su ambición de recoger a todos los ambiciosos (de plano a ¿todos?).
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