lunes, 26 de febrero de 2018

TECNOLOGÍA DE LA CORRUPCIÓN

Jesús Silva-Hérzog - El Siglo de Torreón
La corrupción huele. Apesta. Ataca a la nariz, no a la vista. Es una advertencia de que estamos ante lo podrido. La carne se descompone, se pudren las tripas. La corrupción es la confusión de lo que debía vivir separado: el músculo y el hueso, el gusano y la piel. La corrupción es una promiscua revoltura de lo público y lo privado; de la ambición y del deber. Suele por eso vincularse a una cordialidad que escapa de los requisitos de la ley. Frente a la impersonalidad de la norma, la intimidad de la mordida.
Por eso pensamos en la corrupción como una astucia perversa, una habilidad para evadir el deber. Valdría pensar ahora que la corrupción se ha convertido en tecnología. Conocimiento frío e impersonal que logra desentrañar los vericuetos de la norma para desactivar sus exigencias. Una pericia para cumplir la ley... y violarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario