Xavier Vidal-Folch / El País
El culebrón de las tarjetas negras de Caja Madrid/Bankia desmocha tres mitos.
Uno, el del Gobierno plutocrático, según el cual es mejor que
gobiernen los ricos porque no necesitan corromperse, por el principio de
la autolimitación de la aspiración al lucro. Algo rebatido por el
principio de la “acumulación infinita” —en vulgata: dinero llama siempre
a más dinero— que registra “la tendencia inevitable del capital a
acumularse y concentrarse en proporciones infinitas, sin un límite
natural”, como lo enuncia Thomas Piketty (“Le capital au XXIème siècle”,
Seuil, 2013).
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