- A sus 67 años, el presidente llega al punto de inflexión de su vida política. Las elecciones intermedias le marcaron los límites y ahora debe decidir cómo afronta la parte final del sexenio: más polarización o pacto con su archienemigo, el PRI. En juego está su legado y el futuro de México
Francesco Manetto - México - El País
El primer viaje que Andrés Manuel López Obrador programó después de las elecciones intermedias del pasado domingo fue a la Costa Chica de Guerrero. El presidente llegó a uno de los Estados donde su partido, Morena, tenía la certeza de ganar, a última hora de la mañana del viernes, después de su conferencia de prensa diaria en Ciudad de México. Allí reanudó oficialmente sus giras de propaganda tras dos meses de veda electoral. Habló de ayudas sociales y repitió la consigna que lo acompaña como un mantra desde hace décadas: “Por el bien de todos, priraramero los pobres”. Esta semana el mandatario ha vuelto a su terreno de juego natural, el de la confrontación abierta, sin disfraz. Pero los resultados de los comicios y la viabilidad de su proyecto, la autodenominada Cuarta Transformación, le obligan a considerar también otro camino de la política, el del ajedrez y la negociación. La carrera hacia 2024 ya ha comenzado y, cuando están a punto de cumplirse tres años desde su victoria, acaba de empezar también el segundo tiempo de López Obrador.

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