Jesús Silva-Hérzog - El Siglo de Torreón
El 2020 debe ser el año de la humildad, sugiere John Gray en un artículo publicado en The New Statesman. El año que nos recordó que habitamos un mundo que nunca podremos entender del todo y que jamás llegaremos a controlar. De la escuela al comercio, de la intimidad a la gran política. Todo ha sido alterado por partículas que no podemos ni ver. Somos animales ciegos a lo que nos mata. La lección parece clara, dice el filósofo que acaba de publicar un ensayo sobre filosofía felina. La pandemia, más que un evento históricamente extraordinario, es revelación de nuestra fragilidad. “Cuando la verdadera condición humana es súbitamente expuesta, el resultado es el caos cognitivo.” El gran impacto de la pandemia es (debería ser, agrego yo con menos confianza de que seamos capaces de aprendizaje) haber pinchado la burbuja de la pretendida supremacía humana. La vacuna que empieza a aplicarse nos puede engañar con la idea de que, después de un año desquiciado, la humanidad recupera el dominio de la naturaleza. El planeta no nos pertenece. Si tiene dueño son los microbios.
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