Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Olga Sánchez Cordero ha vivido largos meses con respiración política artificial. Desde las últimas semanas de la transición, el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador se hartó de ella y dejó de responderle sus mensajes en WhatsApp. La indiferencia continuó en el gobierno y Sánchez Cordero renunció como secretaria de Gobernación, pero no se la aceptaron. Era el arranque del nuevo gobierno y, además, López Obrador no cesa a nadie. Pero hubiera sido mejor para su imagen haber salido del gabinete, porque quedándose alcanzó su Principio de Peter, cometiendo pifias y aceptando el denigrante papel de secretaria de Estado con calidad de florero, porque es disfuncional para el gobierno.
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