José Murat* - Periódico La Jornada
México, el país epítome del desequilibrio regional y la desigualdad social que observó el explorador Alexander Humboldt a principios del siglo XIX, no ha cambiado sustancialmente. Más propiamente, mejoró sus indicadores globales, pero las asimetrías, lejos de diluirse, se profundizaron. La apuesta no puede ser ahora agudizar esas diferencias en los ritmos del desarrollo.
Para nadie es un secreto que los mayores flujos de inversión pública de origen federal se canalizaron por décadas a los estados del norte, el centro y el bajío, mucho más que en el sur y el sureste de México. Me refiero a infraestructura carretera, de telecomunicaciones, energética, hidráulica, agrícola, turística y de servicios.
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