- Cada vez más economistas piden reformar el sistema para que pueda resolver los problemas que él mismo ha generado
Vivimos los últimos días orgiásticos del Imperio Romano. Al menos su equivalente moderno. El mundo habita un gozne de tiempo que llevará al ser humano a un nuevo Renacimiento o a un Neofeudalismo. De nosotros depende. Nuestra era barroca dominada por el gasto, los viajes, la inequidad y valorar todo en términos de posesión y dinero ha ido demasiado lejos. El capitalismo actual ha ido demasiado lejos. Está roto, fracturado y sus astillas saltan despedidas como casquillos de bala sobre millones de personas. En retroceso contra su propia paradoja. Por primera vez en la historia un único sistema económico rige el mundo. Hay, claro, variaciones. China, Estados Unidos o Suecia defienden, por ejemplo, sus propios modelos. Pero así vamos, diría Francis Scott Fitzgerald, adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado. Porque en 1992, el escritor estadounidense Francis Fukuyama propuso que la historia había muerto y el capitalismo era el único superviviente. Margaret Thatcher ya había advertido antes de que “no existía alternativa” al libre mercado. Y el mundo caía hechizado bajo el relato del filósofo Mark Fisher y su concepto de “realismo capitalista”.
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