domingo, 13 de mayo de 2018

EL CAMPO BRASILEÑO, UNA VIDA CADA VEZ MÁS SANGRIENTA

  • Los campesinos descendientes de exesclavos sufren un repunte en la violencia por defender sus tierras
Tom C. Avendaño - El País
Fátima Barros, de 42 años, suele recibir amenazas de muerte, al igual que el resto de su familia, por escrito y en persona, y no solo no le sorprenden sino que ya le parecen inevitables: “Soy mujer, negra y quilombola: soy lo que Brasil no quiere ver”, suspira con una voz ronca. Tiene la mirada dura y las facciones redondas y está postrada sobre una mesa de piedra en el patio de un colegio de la ciudad de Balsas (Maranhão, nordeste de Brasil), donde se reúne con EL PAÍS. La amenazan por ese último rasgo, quilombola.

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