Raymundo Riva Palacio - El Financiero
El presidente Enrique Peña Nieto es refractario: resiste el calor en altas temperaturas, sin descomponerse. Aceptó la renuncia de Manlio Fabio Beltrones al frente del PRI, quien le dijo que la suya tendría que ser la primera de varias para enviar el mensaje al electorado de haber escuchado su malestar por las reformas que los afectaron y por los actos de corrupción impunes. ¿Y cómo respondió? Con el poder presidencial, le ordenó al PRI aceptar a un forastero como nuevo líder, Enrique Ochoa, como parte de lo que parece una táctica política: decantarse por uno de los pilares de su Presidencia y, con ese equipo, procesar a su modo la inconformidad nacional. Con su decisión aceleró el conflicto y la inestabilidad política dentro de su gobierno y el partido. La apuesta es interesante.
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