- Si me dejan levantarle un muro a Trump lo primero que viene a mente es bardearle la boca
Jorge F. Hernández - El País
Pendiente a que algún dictamen psicoanalítico determine que la ya trillada bravata con la que Donald Trump amenaza con levantar un muro en la frontera de su país con México no es más que una burda proyección traumática de su cerebro, el tema se vuelve cada día más objeto de diversa reflexión. Si su propuesta resulta ser no más que wishful thinking que emana de su imbecilidad, ignorancia y estulticia, lleva razón John Carlin en advertir que el problema no son las babas con las que se peina el copete güero, sino que su verborrea cobra cada día más y más adeptos entre el electorado proyectando más o menos cincuenta millones de ciudadanos norteamericanos dispuestos a votar por el Donald Duck, de confirmarse como candidato del partido republicano a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo que no se recuerda es el antecedente de muro fronterizo que se intentó levantar a lo largo de esa frontera en décadas pasadas, cubriendo no pocas millas de largo, pero finalmente caduco al no considerar muchos tipos de escaleras, túneles, rajas y compuertas que lo violan constantemente y tampoco se habla de la hollywoodesca exhortación del presidente republicano Ronald Reagan al pie del ya extinto Muro de Berlín, exigiéndole a Mijáil Gorbachov que lo derrumbara en aras de la cacareada libertad, democracia y búsqueda de la felicidad que antaño guiaba los ideales de los políticos del llamado mundo libre.
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