- La posibilidad de que el magnate ganase las presidenciales era descabellada: hoy sigue siendo remota, pero ya no es inverosímil
Hace ocho años, Estados Unidos estaba a punto de elegir a su primer presidente negro. El demócrata Barack Obama prometía terminar con décadas de divisiones. Era un político inusual: mesurado, paciente, capaz de analizar todos los aspectos de un problema antes de adoptar una decisión, consciente de los límites de su poder y el de su país, pragmático y al mismo tiempo visionario.
Hoy un hombre de negocios deslenguado y fanfarrón, con una tendencia irrefrenable al insulto y un mensaje xenófobo que recoge las tradiciones más sombrías de la política estadounidense, tiene opciones claras de lograr la nominación del Partido Republicano a las elecciones presidenciales de noviembre.
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