Rolando Cordera Campos - Periódico La Jornada
En medio de tanto alharaca, amenazas y arrebatos que se han apoderado de sentimientos y conjeturas de prácticamente todo el globo, la UNAM y su rector, el doctor Leonardo Lomelí, llaman y convocan a reformar nuestra universidad. Que es la de todos, porte uno o no la credencial, pero que es parte del espíritu de comprensión y pertenencia que nos permite referirnos a la UNAM como la universidad de la nación.
Al encabezar el pasado 23 de enero la ceremonia de celebración de los 80 años de la promulgación de la Ley Orgánica de la UNAM, el rector llamó a realizar, entre todos, una reforma que transforme y robuszteca nuestras estructuras académicas, institucionales y normativas con vistas a enfrentar, cada vez mejor equipados, los escenarios complejos y diversos que el mundo y sus alrededores han construido y reconstruido.
El reto no es menor ni admite tratamientos rutinarios. Tengamos en cuenta, para empezar, que la institución, aparte de muy grande, se ha desplegado como una comunidad diversa y heterógenea. Por esto y más, las jornadas de reflexión y toma de decisiones tendrán que ser incluyentes, sustentadas en deliberaciones informadas e ilustradas, a más propositivas.
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