León Bendesky - Periódico La Jornada
La pretensión del actual gobierno de Estados Unidos de reforzar el sistema industrial está ligada con la idea de alterar el sistema global de comercio. Uno de los encuadres de este asunto parte de que la base de los desajustes económicos está en la persistente sobrevaluación del dólar frente a otras monedas. Desde el punto de vista comercial, castiga las exportaciones de Estados Unidos y favorece las importaciones. Esto ocurre en buena medida por la función del dólar como la moneda de reserva internacional, lo que incrementa la demanda. Su fortaleza se manifiesta financieramente en la petición de bonos del Tesoro y la abultada deuda del gobierno.
La sobrevaluación del dólar provoca una pérdida de la competitividad. Los empleos manufactureros han caído y muchas regiones del país se han visto afectadas. Al mismo tiempo, se beneficia la actividad financiera por donde pasan todas las corrientes de inversión, comercio y crédito. Esto ha sido un elemento relevante en el patrón de creciente desigualdad en la distribución del ingreso.
Se trata de un fenómeno que se profundiza y que se ha denominado como la financiarización de la economía. El valor creado tiende a reducirse a una serie de instrumentos financieros negociables en los mercados (los denominados productos derivados) y que prevalecen por encima de la producción, la llamada economía real. Los desbalances que se producen desencadenan excesos especulativos como los que provocaron la crisis de 2007-2008, originada en el sector de bienes raíces.
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