- El acuerdo del G-7 para fijar un mínimo al impuesto de sociedades es un paso clave hacia un mundo más justo
Paúl Krugaman - cubayeconomía
La secretaria del Tesoro de EE UU, Janet Yellen, atiende a los medios tras la reunión del G7 el 5 de junio del G7.POOL / REUTERS
Hace dos fines de semana, en gran medida a instancias de Jenet Yellen, secretaria del Tesoro estadounidense, los ministros de economía del G-7 —las principales economías avanzadas— acordaron establecer un tipo impositivo mínimo del 15% sobre los beneficios obtenidos por las filiales extranjeras de las multinacionales. A lo mejor se preguntan de qué va esto o por qué debería importarles. Por eso, permítanme que les cuente algo sobre Apple y los duendes. La empresa tiene un enorme alcance mundial. Sus productos se venden prácticamente en todas partes; posee filiales en muchos países. Y por supuesto, también es inmensamente rentable.
¿Pero dónde se obtienen esos beneficios? Apple fabrica muy pocas cosas y básicamente contrata la producción a otras empresas, principalmente chinas. Sus beneficios provienen en buena medida de derechos de licencia que reflejan los activos intangibles de la empresa: sus patentes, marcas registradas, servicios y secretos comerciales. ¿Y dónde se ubican dichos activos? Desde un punto de vista económico, esa cuestión ni siquiera es importante.

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