Lorenzo Meyer - El Siglo de Torreón
Una forma de caracterizar a la democracia es entenderla como un choque constante entre la imaginación -una imaginación generosa en la que todos valemos lo mismo- y la realidad, una realidad que oscila entre la dureza y la brutalidad de la diferencia. La democracia política demanda de los ciudadanos la voluntad de imaginar algo que la realidad niega: que todos tenemos el mismo derecho y la misma oportunidad de hacer saber nuestras preferencias y que en ese contexto la voluntad mayoritaria puede y debe gobernar a una realidad donde factores como riqueza, género, educación, edad o raza, entre otros, niegan la igualdad.
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