Jesús Silva-Herzog - El Siglo de Torreón
La historia no crece como el pasto.
Hay momentos en que el tiempo se
acelera, horas que precipitan cambios colosales, instantes que revientan lo
que por décadas o siglos permanecía firme. Entender la historia es aproximarse
a sus dos ritmos. Al lento flujo de los días, a las persistencias, a la discreta sedimentación de los cambios y también a los
acelerones y a las rupturas súbitas. Ese
fue uno de los lentes del historiador húngaro John Lukacs: la historia “microcósmica.” Se refería al análisis de las coyunturas decisivas. En su trabajo como historiador fue poco a poco comprimiendo el
tiempo. Si en su primer libro sobre la Segunda Guerra analizó los dos años más
intensos del conflicto y en el segundo examinó el duelo entre Hitler y Churchill narrando ochenta días de 1940, su tercer libro sobre la guerra exprime lo sucedido
en menos de una semana. Cinco días en
Londres es el título del libro. Sus amigos
bromeaban que el siguiente trabajo abordaría los quince minutos más dramáticos
de la guerra.
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