- Es muy posible que nuestras democracias no acaben colapsando por completo, pero ese no es un gran consuelo
En su último libro (Why Bother with Elections?), el politólogo Adam Przeworski recuerda que el principal logro de la democracia electoral no es la satisfacción permanente de nuestros deseos o la consecución de la igualdad económica, sino el de ser un mecanismo ingenioso y pacífico para procesar los conflictos que inevitablemente existen en todas las sociedades. El genio de la democracia consiste en que no hay ni ganadores ni perdedores permanentes: los derrotados hoy toleran que otros impongan sus políticas preferidas porque confían en que en algún momento ellos podrán imponer las suyas. Y, a su vez, los ganadores se abstienen de subvertir las reglas básicas de la democracia (en esencia, que las elecciones sean libres y competidas) porque confían en que cuando pierdan las elecciones podrán ejercer de oposición y volver a conquistar el poder. Así entendida, la democracia es un virtuoso equilibrio.
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