jueves, 17 de mayo de 2018

UN QUEMADERO DE PONTÍFICES

  • Pese a las denuncias y las pruebas, los papas han ignorado los casos de pederastia en el seno de la iglesia hasta que han amenazado su pontificado
Juan G. Bedoya - El País
Un mal no es un mal para quien no lo siente. Les ocurrió a Juan Pablo II y Benedicto XVI. Hasta que no les cayó el pedrisco de la pederastia sobre sus cabezas, no fueron conscientes de las desgracias y el desprestigio que estremecían a la Iglesia romana. No fue hasta 2002 que el pontífice polaco, en babia pese a su formidable afición a viajar, escuchó las alarmas. Hasta entonces, había despreciado las denuncias porque, en su opinión, pretendían desprestigiar a su iglesia.

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