- La protesta, alentada por los sectores más conservadores de la Iglesia, lanza un duelo histórico al presidente Enrique Peña Nieto
Familia, familia, familia. La marcha contra el matrimonio homosexual que hoy ha recorrido la Ciudad de México se envolvió en algodones. Por doquier se multiplicaban los globos blancos, la música de feria, y las palabras agradables al oído. Nada de discriminación; todo fraternidad y buenos sentimientos. Incluso había quien negaba que la protesta estuviese auspiciada por la Iglesia y la ultraderecha. Pero bastaba con acercarse a los manifestantes, en su mayoría vestidos de blanco, para advertir su verdadera dimensión. Un pulso no ya contra las bogas gays, sino contra la laicidad del Estado.
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