No estamos ante un Gólgota redivivo y el recuento anual del calvario y la resurrección a que se dan los católicos no desemboca en un panorama de auténtica contrición. Bruselas, donde palpita el corazón de la eurocracia y se alojan también, al igual que en Estrasburgo, los mejores alientos de continuidad del gran proyecto de nueva civilización basado en la cooperación y la justicia social, así como en el gran mercado y la mejor educación, es teatro del crimen masivo y la inmolación de dos jóvenes hermanos, hechos con los medios más modernos imaginables.
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