Jorge Zepeda Patterson - El Siglo de Torreón
Siempre he puesto en duda la categórica afirmación de Andrés Manuel López Obrador de que el pueblo es por naturaleza bueno. Su confianza indeclinable en las grandes mayorías de escasos recursos, ha sido una constante a lo largo de su vida. El pueblo es bueno, sabio y noble ha dicho una y otra vez. Sin embargo, una larga experiencia me ha enseñado que al margen de la clase social hay seres humanos admirables y seres inhumanos, punto. Por sí misma la pobreza no enaltece y la miseria absoluta no extrae necesariamente lo mejor de una persona, con frecuencia más bien lo contrario, lo cual resulta más que entendible. Dicho lo anterior, debo reconocer que tal convicción fue sacudida luego de invertir medio día para recibir la tercera dosis de la vacuna contra el Covid19. Mi edad y residencia actual me citaron este viernes a unas oficinas de la Secretaría del Bienestar, habilitadas como centro de vacunación. Lo había intentado el jueves, pero las interminables colas que encontré me convencieron de regresar a las 6:30 del día siguiente. Por desgracia otras 4 mil personas pensaron lo mismo, con el agravante de que el despertador de la mayoría de ellas fue más previsor.
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