Sara Jane Ahmed, Alicia Bárcena Y Daniel Titelman - El Economista
La asignación del FMI de US650,000 millones en Derechos Especiales de Giro, en agosto, fue alentada mucho tiempo antes y acogida ampliamente. Pero su propuesta de seguimiento para canalizar financiamiento a países vulnerables al clima es tan defectuosa que excluiría a muchos de los más necesitados.
MANILA/SANTIAGO – El Fondo Monetario Internacional (FMI) parece decidido a diluir uno de los mejores ejemplos de cooperación global en la respuesta a las disrupciones económicas causadas por la pandemia de Covid‑19 y el cambio climático. Debe cambiar de rumbo antes de que sea demasiado tarde.
La asignación de 650,000 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG, el activo de reserva del FMI) que tuvo lugar en agosto se venía pidiendo hace mucho tiempo, y fue muy bien recibida. Desde un principio estaba claro que, dadas las estrictas reglas del FMI, la inmensa mayoría de los DEG se iba a destinar a países que no los necesitaban. Por eso los líderes del G7 se comprometieron a redirigir hasta 100,000 millones de dólares de sus asignaciones hacia los “países más necesitados de (apoyo para enfrentar) la pandemia, estabilizar sus economías, y llevar adelante una recuperación verde y global (…) alineada con los objetivos de desarrollo y climáticos compartidos”.
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