La narrativa actual del mercado apunta a una inflación transitoria y controlable en la que los activos de riesgo seguirán soportados por un crecimiento menguante, pero aún elevado, y unos estímulos monetarios y fiscales menores, pero lo suficientemente expansivos para que las compañías anclen las valoraciones.
La realidad es que la situación actual de los Bancos Centrales es muy delicada. Con unas valoraciones en máximos y unos tipos de interés reales en mínimos de la historia moderna, cualquier normalización del precio del dinero para frenar las mayores tasas de inflación de las últimas cuatro décadas puede tener consecuencias muy negativas, como ya vivimos en el 2018.
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