- Víctimas, testigos y personal médico reconstruyen el viaje de más de 150 personas rumbo a Estados Unidos que fue truncado por un trágico accidente
Georgina Zerega - Tuxtla Gutiérrez (Chiapas) - El País
El precio a pagar era muy alto, pero las expectativas también. Celso Pacheco tuvo que empeñar la escritura de su casa para conseguir el dinero. El trato que había hecho con la “mafia de coyotes” era de 100.000 quetzales (unos 13.000 dólares) por el traslado desde Ciudad de Guatemala a Houston, en Texas. Allí buscaría la forma de recuperar lo invertido y ayudar a su esposa, que esperaba en casa con sus tres hijos. La tragedia de Chiapas, en el sur de México, truncó esta semana su sueño y el de otros 150 migrantes que apostaron todo lo que tenían por la oportunidad de llegar a Estados Unidos. Ahora lo ha perdido todo, hasta las ganas de llegar al país del norte. “Lo importante es estar vivo”, dice Pacheco, uno de los supervivientes del accidente que dejó el jueves 55 muertos y 107 heridos.
Pacheco, de 33 años, salió el martes de su país. Por la tarde ya había cruzado a México. Lo hizo a pie por Gracias a Dios, un minúsculo pueblo asediado por el tráfico de personas y uno de los puntos más peligrosos de esa frontera. Viajaba solo y en el camino se hizo amigo de otros tres migrantes. En grupo era más fácil sortear los escollos de una ruta muy hostil para los viajeros. “Compartíamos lo que comprábamos porque no cargábamos tanto dinero”, cuenta el guatemalteco desde los pasillos de una pequeña clínica de la Cruz Roja en Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado de Chiapas, donde fue hospitalizado tras el accidente. “Íbamos riéndonos, bromeando en el camino”, recuerda.
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