- Los Gobiernos responden a la expansión de la enfermedad con su peso protector, su fuerza organizativa y su capacidad de gasto

Los camiones esperan el 18 de marzo a 50 kilómetros de la frontera entre Austria y HungríaALEX HALADA (AFP)
Nadie sabe cómo acabará la crisis del coronavirus, pero una consecuencia inmediata ha sido el regreso del Estado, con todos su peso protector, su fuerza organizativa y su capacidad de gasto, en el centro no solo del tablero geopolítico, sino de lo más íntimo de nuestras vidas. Todo ha ocurrido rápido, apenas diez días que han transformado el mundo tal como lo conocemos.
Los Gobiernos obsesionados con la reducción de deuda anuncian ayudas milmillonarias para evitar el cierre de empresas y el desamparo de los trabajadores. Al mismo tiempo, aprueban limitaciones de las libertades con el asentimiento de los ciudadanos. Las fronteras llegaron a parecer obsoletas durante las décadas de globalización y de integración supranacional, aunque fuese más una utopía que una realidad, como comprobaban a diario los emigrantes en el Mediterráneo o en Río Grande. Ante la epidemia que se propaga por el planeta, recobran sentido.
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