- El primer ministro italiano consolida su liderazgo con un cambio de ruta más moderado e institucional en la gestión del coronavirus y un crecimiento de su autoridad moral
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una videoconferencia, el miércoles en Roma.CHIGI PALACE / HANDOUT / EFE
La mañana del viernes 21 de febrero, el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, recibió la llamada de protección civil mientras participaba en un Consejo Europeo Extraordinario en Bruselas. Un hombre de 38 años había dado positivo por coronavirus en un pequeño pueblo al sur de Milán. Era el primer contagio en Italia. Un cambio de paradigma radical respecto a los dos primeros casos detectados el 30 de enero con dos turistas chinos. Nadie lo esperaba, recuerda ahora un colaborador cercano al presidente. Conte se encontraba en aquellos días amenazado seriamente por un intento de Matteo Renzi, (ex primer ministro), de apearlo de la silla presidencial. Muchos, incluso a su alrededor, pensaban que su mandato podía estar cerca de concluir. La moneda volvió a caer de su lado, como sucedió en verano, cuando el exministro del Interior Matteo Salvini probó suerte con un ataque inesperado desde la playa.
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