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Un libro difícilmente puede cambiar el mundo, pero su capacidad para agitarlo, a una escala menor, es indiscutible. La última prueba de ello está en la comunidad germanófona de Bélgica, una región de 77.000 habitantes situada a poco más de 100 kilómetros de Bruselas que a partir de septiembre será el epicentro de un experimento democrático sin precedentes. Todo empezó con Oliver Paasch, su presidente, leyendo un libro: Contra las elecciones (Taurus), del autor flamenco David van Reybrouck. El político contactó al escritor para saber si era viable llevar a la práctica lo que solo era un ensayo. "Podéis hacer historia", le animó. "¿Por qué no convertirnos en laboratorio de la democracia europea?", se lanzó mientras Van Reybrouck se frotaba los ojos.
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