En pocos años, entre las cumbres climáticas de Copenhague y París, se engrosó la oligarquía con inversiones especulativas en petróleo, gas y carbón, es decir, en negocios que penden de la emisión de gases con efecto invernadero (GEI). Su membresía en la “lista dorada Forbes” pasó de 54 en 2010 a 88 en 2015 y vieron el conjunto de sus fortunas personales incrementarse en 50 por ciento, de ¡200 mil millones de dólares (mmd) a más de 300 mmd!, según el estudio de Oxfam Desigualdad extrema en emisiones de carbono, de 2015. Por lo que no extraña que fue desde el Consejo de Relaciones Exteriores (CRE) el cabildo de cabildos de Estados Unidos y a través de Rex Tillerson –RT–, gerente de ExxonMobil, que se dieran a conocer en 2012 los parámetros del big oil desde los que se articulan las Conferencias de las Partes (COPs) de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (UNFCCC). Acá gracias a un magno atraco, con regresión energética de lo público a lo privado, ya hay aspirantes a la lista fósil de Forbes.
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