lunes, 25 de enero de 2016

MORELOS, LA PUNTA DEL ICEBERG

Javier Sicilia - Proceso
MÉXICO, DF (Proceso).- El asesinato de la alcaldesa de Temixco, Gisela Mota, puso al descubierto dos cosas que las partidocracias se han negado sistemáticamente a aceptar: la profunda violencia que vive Morelos y la penetración del crimen organizado en las estructuras del Estado. La historia –la misma, con otros nombres, en todo el país– se remonta a 1994, cuando el priista Jorge Carrillo Olea llegó a la gubernatura. Pese al descubrimiento de la implicación de su policía en la ola de secuestros que desde su arribo azotaron a la entidad, y no obstante que, a causa de ello, dejó en 1988 el poder, nunca se tocaron esas estructuras. Continuaron durante los gobiernos panistas de Sergio Estrada Cajigal, sospechoso de tener vínculos con El Azul, y de Marco Antonio Adame, quien se arregló cobardemente con las células de sicarios que quedaron a la deriva tras el asesinato de Beltrán Leyva en 2010 y que, en 2011, costaron la vida a mi hijo y a seis de sus amigos.

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