lunes, 7 de diciembre de 2015

UNA PRIMERA SOBRE LOS DERIVADOS FINANCIEROS

José Antonio Rojas Nieto - La Jornada
Ingresar al mundo de los derivados de hoy, de los derivados financieros, es –para decir lo menos– ingresar al mundo de la fantasía. De la dramática y violenta fantasía. Lewis Carroll se sorprendería. Lo imposible se hace posible. Lo irreal se hace real. Lo inimaginable es imaginado. Y lo que se pensó que nunca acontecería, acontece. No es que los derivados sean una novedad. Al revisar –por ejemplo– las máximas de Quesnay de mediados del siglo XVIII, este brillante doctor advierte sobre los riesgos de los documentos negociables que dan cuenta del crédito financiero, “pues las fortunas pecuniarias son riquezas clandestinas que no conocen ni rey ni patria (18ª)… Que el Estado evite deudas por préstamos que formen rentas financieras, pues cargan de deudas voraces al Estado, y ocasionan un comercio o tráfico de finanzas por medio de documentos negociables, cuyo descuento aumenta cada vez más las fortunas pecuniarias estériles, separa las finanzas de la agricultura y priva a ésta de las riquezas necesarias para mejorar los bienes raíces y el cultivo de la tierra(19ª)”. Más claro ni el agua.

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