Carlos Ramírez - El Independiente
El presidente Donald Trump introdujo un factor de nerviosismo político antier miércoles 17 con el anuncio de que por la noche daría un discurso en cadena nacional. Todas las especulaciones se centraron en que anunciaría la invasión militar a Venezuela para arrestar al presidente Nicolás Maduro o para dar a conocer su ruptura con Putin por la falta de paz en Ucrania.
Pero no. La temática fue más personal. Durante muchos minutos se vio Trump eufórico de sí mismo, convirtiendo la pantalla del teleprónter como el espejo de la bruja de Blanca Nieves preguntándole quién era el político más hermoso, con un discurso de elogio al yo-yo-yo y el mensaje de que el planeta debe estar agradecido con su existencia y de su actuación en la Casa Blanca, y como Santa Claus con una semana de anticipación anunciando que en su bolsa roja de regalos de su trineo traía dinero en efectivo para repartir a diestra y siniestra.
La explicación más racional de ese discurso fue más simple: las últimas encuestas señalan una declinación de la aprobación de Trump no solo por la falta de solución a los problemas de la crisis geopolítica –Ucrania y Venezuela, además de Europa– que le está restando margen de maniobra a la Casa Blanca, y dentro de Estados Unidos las presiones inflacionarias que están disminuyendo la capacidad de compra de los ciudadanos, pero justo en la coyuntura de altos precios en tiendas en estos tiempos de regalos navideños.

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