Por Jesús Silva Herzog Márquez - Pulso de San Luis
La organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad no nació para denunciar a López Obrador. Aunque el megalómano imagine que todo existe por o contra él, la organización de la sociedad civil nació en 2015, a la mitad del sexenio de Peña Nieto. Era claro desde entonces que la batalla contra la corrupción necesitaba de la intervención ciudadana. Necesitaba periodismo crítico y organizaciones profesionales dedicadas a la vigilancia del gobierno y a la denuncia de los corruptos. En poco tiempo, gracias al profesionalismo de su equipo y a la valentía de su conducción, MCCI se convirtió en la organización más activa y de mayor impacto en la lucha contra la corrupción. Desde su nacimiento, una referencia indispensable del debate público. Todas las oposiciones se han alimentado de su trabajo. Todos los gobiernos han sido lastimados por sus revelaciones.
El liderazgo de María Amparo Casar ha sido crucial en la fundación de esa institución de la república. A la solidez de su preparación académica y su experiencia en el servicio público se suma una admirable determinación. Su atención ha estado concentrada en la calidad de sus investigaciones y reportes. Documentar rigurosamente el abuso, rastrear paso a paso las sendas de la trampa, cubrir la telaraña de las complicidades. Su valentía podría describirse, sobre todo en los tiempos recientes, como temeridad. María Amparo Casar no se ha detenido frente al poder de los uniformados, ni ante la rabia de un déspota de poder absoluto. Ante la intimidación, el insulto y la persecución, ella ha respondido con su trabajo. Investigaciones que se defienden solas, pruebas que se muestran al público, datos irrebatibles.
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