Claudio Ochoa Huerta - Sonora Presente
Era el 6 de junio de 2017, en Caracas, Venezuela. El equipo de María Corina Machado me acababa de notificar que accedía a darnos una entrevista para Televisa. Había que tomar toda clase de precauciones porque ella, como líder del partido “Vente Venezuela”, ya estaba vigilada las 24 horas por la dictadura de Nicolás Maduro, aunque no era la figura internacional que es en la actualidad. Y nosotros, habíamos entrado al país en un momento en el que, igual que ahora, no había acceso ni permisos para la prensa internacional. El régimen quería impedir que el mundo viera cómo ardía la calle con los enfrentamientos entre “La Resistencia”, un grupo de jóvenes armados con escudos de madera, cascos deportivos y monedas devaluadas envueltas en cinta que ya solo servían como proyectiles, y la Guardia Nacional Bolivariana. Era uno de esos tantos momentos en los que el Palacio de Miraflores se tambaleaba, pero terminó resistiendo.
María Corina abrió la puerta de su estudio personal. Vestía una blusa tipo seda de color blanco, pantalones y tacones negros, con unos aretes de perlas y el pelo recogido con cola de caballo. Lo primero que hizo fue mostrarme un montón de rosarios que la gente le había regalado en sus giras políticas, cada día más complejas de realizar porque ya le impedían comprar boletos de avión entre las ciudades venezolanas.
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