Sepientes y Escaleras
Salvador García Soto - Expreso
Los escasos avances que ha logrado, en su primer mes de aplicación, el llamado “Plan Michoacán”, con el que la presidente Claudia Sheinbaum intentó apagar el fuego de la rebelión popular que se encendió en las tierras michoacanas a raíz del cobarde asesinato del alcalde Carlos Manzo, se deben en buena medida a la permanencia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, cuyo mandato fue repudiado y cuestionado por los michoacanos en las protestas estudiantiles y ciudadanas que sacudieron al estado en los primeros días de noviembre pasado.
Los gritos de “Fuera Bedolla” que resonaron con toda claridad lo mismo en Morelia, que en Uruapan y en Apatzingán, las ciudades de las tres regiones en que se divide el estado, no fueron parte de ninguna conspiración política u opositora, como falazmente acusó el gobernador. Fue la expresión de una ciudadanía michoacana que lleva ya cuatro años sufriendo la violencia narca, con ejecuciones, desapariciones, extorsiones y ataques con minas subterráneas y drones, mientras Ramírez Bedolla mantenía una sospechosa pasividad e ineficacia para combatir a los grupos criminales a los que su gobierno ha tolerado y hasta parece brindarles protección e impunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario