- Se espera un aumento en los costos de las autopartes y una reducción en la producción y exportación de vehículos, lo que podría llevar a la pérdida de empleos en México
Darío Celis - El Heraldo de México
UN AVEZADO NEGOCIADOR mexicano de tratados comerciales internacionales decía con pesimismo:
“El margen que México tiene frente a un Donald Trump enloquecido de poder es mínimo y la agenda bilateral la está definiendo él. Ojalá no terminemos firmando lo primero que nos pongan en la mesa”.
Contrario a las negociaciones entre Carlos Salinas y George Bush y la de Enrique Peña y un Trump aún sensato, la que hoy inicia arranca prácticamente de cero: no es renegociación, es un nuevo tratado.
Un catálogo de reglas políticas y económicas que Trump pretende imponer y que van desde seguridad, operaciones encubiertas contra cárteles de drogas, inmigración, Estado de derecho, comercio e inversión.
Salinas de Gortari, Bush padre y Brian Mulroney soñaron con flujos migratorios legales, con inversión y reglas del juego claras, que hicieron de Norteamérica la zona económica más próspera del mundo.
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