Jorge Zepeda Patterson - Milenio
Se decía que el PRI no era un partido político, sino una agencia de colocaciones. Y en efecto, durante buena parte del siglo pasado las personas interesadas en hacer carrera en las filas del gobierno, de los sindicatos y en general de la política entendían que pertenecer al tricolor constituía un requisito curricular. Me temo que Morena comienza a ser percibido en los mismos términos y es responsabilidad de sus dirigentes hacer algo al respecto. La defensa de los valores originales es lo único que puede protegerlo de la inercia que tiende a convertirlo en un PRI de segunda generación. El poder produce eso.
Por desgracia parecerían estar empeñados en hacer justamente lo contrario. La campaña para afiliar a 10 millones de mexicanos es la vía más rápida para acelerar el deterioro de la calidad moral y política del movimiento. Morena tendría que ir en la dirección opuesta. Puede entenderse que la 4T haya tenido que reclutar cuadros administrativos y políticos, donde pudiera encontrarlos, a medida que fue conquistando posiciones políticas y territoriales. Muchas de estas posiciones las ganó con personas formadas en tradiciones distintas a las que enarbola el movimiento; se acogieron a la casaca guinda por urgencias mutuas. Morena los necesitaba; primero para ganar elecciones y luego para gobernar. Ellos se acogían a los nuevos colores por el simple hecho de que ya no podían ganar con los suyos. Quien quiera ver en esto una especie de conversión doctrinaria o un cambio de valores peca de ingenuidad o de deshonestidad.
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